Pronto será primavera en los grandes almacenes y con las nuevas tendencias en moda comenzarán las campañas de promoción de las nuevas dietas milagro que prometen perder kilos sin esfuerzo: dietas de batidos, planes de choque, curas a base de comer básicamente un tipo específico de alimento… Todas tienen un denominador común, perder kilos rápidamente. ¿Esto es bueno? No. Al privarnos de nutrientes esenciales, esto implica una especie de “shock” para nuestro organismo del que no va a librarse nuestra boca.

Comer es fácil, nutrirse bien, no. Lo que para el paladar puede ser un manjar, para el organismo puede convertirse en el detonante de una enfermedad. Hacemos comidas abundantes y muy rápidas, no masticamos bien, abusamos de proteínas, de azúcares y de productos refinados en detrimento de frutas, verduras y hortalizas, verdaderas fuentes de vitaminas y minerales… Y, claro, todo ello se traduce en kilos de más, pero también en colesterol, hipertensión, diabetes, ácido úrico y en nuestra boca, en más caries, enfermedades periodontales e, incluso, problemas más graves como la pérdida de piezas dentales por retraimiento del hueso maxilar.

Para colmo de males, cuando queremos perder esos kilitos de más, optamos por dietas rápidas, cuyo denominador común son menos nutrientes, menos vitaminas y menos minerales. Es un defecto común: entre los 16 y los 50 años, el 55% de la población confiesa hacer dieta en algún momento del año, pero de este porcentaje solo una cuarta parte acude al médico de atención primaria o al endocrino para que éstos le recomienden el régimen más ajustado a sus necesidades; las tres cuartas partes restantes hacen dietas recomendadas por amigos y familiares y dietas hay tantas como variedad de alimentos puedes encontrarte en un supermercado.

Sabemos que no son buenas, pero cuando la necesidad de sentirnos bien con nosotros mismos es tan importante, nos lanzamos a la dieta milagro prácticamente autoengañándonos con el pretexto de que por una semana o un mes no pasa nada. Y cuando unos meses después nos vemos obligados a ir al dentista por un dolor de muelas imprevisto, no relacionamos éste con la dieta que hicimos. Un repentino bajón de hierro por seguir una dieta exprés baja en este elemento es suficiente para que se altere la composición de nuestra saliva y proliferen las bacterias de la caries. Las curas a base de frutas disparan los ácidos de nuestra boca, pudiendo en muy poco espacio de tiempo dañar el esmalte de nuestros dientes. Carencias repentinas de vitaminas A, D y/o C fruto de una dieta hiperproteica nos causa daño en las encías, pudiendo aparecer repentinamente llagas. Un déficit de calcio puede hacer evolucionar una ostopenia natural a un cuadro clínico de osteoporosis…

De nada sirve perder kilos rápidamente si, de postre, nos toca visitar de urgencia al dentista:

  1. Visita al menos a tu médico de atención primaria para que, en función de tu historial clínico, te indique una dieta ajustada a tus necesidades. Aunque ésta te suponga ir perdiendo los kilos más despacio, ganarás en salud y, es más, no recuperarás lo perdido tan rápido como ocurre con las dietas milagro.
  2. Tu médico de familia, al final, te recomendará hacer una dieta equilibrada basada en la clásica pirámide de los alimentos o dieta mediterránea en la que los alimentos se ordenan dependiendo de su contenido en grasas y azúcares. En la base de la pirámide, todos aquellos que debemos consumir más: pan, arroces, cereales, legumbres y pastas, siempre integrales, por un lado; frutas y verduras, preferentemente crudas, por otro. En menor cantidad: lácteos, carnes, pescados y huevos; y por último, en el vértice, en cantidades que no superen los 50 gramos diarios, las grasas y azúcares refinados. El peso lo perderás poco a poco, pero la gran beneficiada será tu salud, incluida la de tu boca.
  3. No te dejes engañar por mitos como que la lechuga engorda. En todo caso, por su alto contenido en fibra, lo que puede producirte son gases, pero el aire no engorda. Por el contrario piensa que, dado su alto contenido en nitratos, es excelente para evitar y controlar la gingivitis y problemas de encías. Todas las verduras de hoja verde, tomadas crudas, te ayudarán a perder peso y mejorarán tu salud bucodental.
  4. Entre horas, morder apio, zanahoria o manzana masajea las encías y permite producir más saliva, neutralizando las bacterias que producen la caries. Tomados entre hora, te ayudarán a calmar la ansiedad que te hace picar bollería industrial, chocolate y/o golosinas, los peores enemigos de tus dientes y de los michelines.
  5. Los lácteos son fundamentales en la dieta por su alto contenido en calcio, que mantiene el buen estado del hueso dental y conserva el esmalte. El queso es el que más unidades de calcio aporta a nuestro organismo por gramo de peso, sin embargo, es el primer alimento que suelen suprimir en una dieta. Como el estómago adulto tolera mejor los derivados lácteos que la leche en sí, puedes tomar queso fresco o requesón.
  6. Los cítricos son fuentes de vitamina C que refuerzan las encías. Si tomas una naranja, por ejemplo, –mejor entera que en zumo, te saciará más debido a su alto contenido en fibra–, no olvides nunca cepillarte los dientes inmediatamente después. Lo mismo, si optas por un kiwi. Los cítricos son alimentos muy saludables, pero sus azúcares y ácidos se “pegan” a la superficie dentaria, no pudiéndose eliminar de otra forma que con un cepillado.

Una alimentación saludable es una de las bases de la buena salud dental. Los dentistas somos profesionales que podemos orientarte sobre la mejor dieta no sólo para tus dientes, sino también para que tu salud bucodental no sufra en caso de que decidas hacer dieta de adelgazamiento. Al acudir a consulta, no olvides indicarle a tu especialista si estás a dieta y qué tipo de dieta haces.

 

 

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